Comentario y reflexión:
Elifaz acusa a Job de justificarse a sí mismo. Demuestra por medio de la tradición la inquietud constante de los malvados. Aunque podamos decir verdades, no siempre surtirán buen efecto si no van nuestras palabras acompañadas de comprensión y bondad. Si fuéramos a parafrasear en forma más actualizada las palabras de estos “amigos” del patriarca, podríamos decir: “Oye Job, has caído en desgracia y nos duele mucho que haya sido así. Según nos enseña la tradición, toda persona que sufre es debido a algún pecado secreto que haya cometido. Es evidente que eso es lo que te sucede. No nos vengas con argumentos que pretendan defenderte. ¡Hasta te estás oponiendo a Dios con tus argumentos! ¿Acaso sabes más que él? Sufre callado. Eso es lo que mereces”.
Por otro lado, Job reprueba a sus amigos por su falta de misericordia. ¡Qué gran lección podemos sacar de esta experiencia!
Recuerdo el caso real que sucedió entre miembros de iglesia hace años. Ellos decían no odiarse. Quien sabe tenían un secreto tratado de convivencia pacífica. Cuando uno de ellos cayó enfermo en cama, el otro fue presto a visitarle. Después de su visita, tal vez larga e inoportuna, le dijo al enfermo que no se iría sin orar por él. Con esto mostraría su vida piadosa, aparentemente. Oró así: “Señor, aquí estamos junto a un hombre pecador, que ha cometido muchas faltas. Seguramente lo tienes así porque, como tú sabes, él ha pecado mucho y sus pecados están delante de ti. Tú lo estás castigando por esos graves errores. Te pido que lo perdones para que al fin pueda levantarse, si es que no has decidido que muera de una vez, pero permite que muera perdonado”. Al fin terminó su oración, cuando el enfermo de un salto se levantó de la cama y le dijo: “¡Un momento, no puedes irte sin que yo ore también!”
Con palabras firmes dijo: “Oh Dios, tú sabes también que este hombre es más pecador que yo. Tú conoces todas sus iniquidades y ahora quiere hacerse el santo, cuando en efecto te ha ofendido más que yo…” Quizás nos resulte gracioso el incidente, sin embargo, es más bien digno de lástima. Tal vez no actuemos así, pero ¿estamos dispuestos a revisar nuestro corazón antes de juzgar al hermano porque contrajo el Covid 19, o perdió el trabajo, o su hijo se apartó del Señor?
No imitemos a los amigos de Job. Me hacen recordar las palabras de Lutero en su oración: “Oh, Señor, líbrame de mis amigos, que de mis enemigos me libraré yo”. Amigos como aquellos de Job no los necesitamos. Seamos nosotros buenos amigos, capaces de consolar, comprender y amar.
Dice la sierva de Dios en relación la importancia de las palabras,
“El fuego sagrado del amor de Dios hará que los hombres sean tiernos, bondadosos y llenos de simpatía hacia los que están en el peligro. Los que no reprimen sus palabras hirientes y altaneras están, en realidad, diciendo: Yo soy más santo que tú. ¿No ves mi posición exaltada?”. TM 356.
Dios te conceda la bendición de tener amigos comprensivos.
Pastor Rolando de los Ríos